20.4.12

Tetas

Me encantas. Debes saberlo ya de sobra a estas alturas, te lo he repetido en bastantes ocasiones. Por escrito, por teléfono, en persona. En silencio también, con la mirada.

Hay algo en especial que me encanta de ti. O hacerte. Sí, eso sería más correcto.

Hay algo en especial que me encanta hacerte. Jugar con tus tetas. Morder tus pezones. Morderlos, chuparlos, sobarlos y volver a morderlos un poco más. Repetirlo hasta que ya no puedas soportarlo, hasta que me tengas que detener y quitar de tu pecho a la fuerza. Son deliciosos tus senos, suaves al tomarlos y hermosos a la vista. Puedo pasar tanto tiempo como quieras besando su suave blancura, mordisqueando y succionando tus pezones rosas, y sentir como se yerguen en mi boca. Delicioso.

Es todavía más hermoso jugar con ellos mientras te penetro. La sensación de tu calor y humedad en mi verga  resbalando, apretandose en tu estrecha vagina. Abriendome espacio dentro de ti, que sientas el calor y la dureza de mi pene entrar y salir de ti, llenarte el vientre y sacudirte desde adentro hacia afuera con cada embestida. Todo el placer de nuestros sexos unidos mientras devoro tus senos, mordiendo, apretando, lamiendo, como un animal. Dentro de ti me vuelvo un ser de pura lujuria.

Termino de escribir esto y ya estoy duro. Duro como para pasar la cabeza de mi pene, llena de tu saliva, sobre tus pezones. Restregar mi verga y mis huevos contra tu cara y cuello, contra tus tetas. Poner mi sexo entre ellas y correrme con un grito sobre tu hermosa carita, darte toda mi leche y, exhausto, tumbarme sobre ti y besarnos.

Y volver a empezar.

7.11.11

Dando la vuelta.

Dábamos vueltas sin rumbo por la ciudad; en tu auto, calientes, como perros en celo.
Te miré y me encontré con esa mirada sensual tuya: ojos a medio abrir, desafiando más que invitando (o así lo veo yo, que todo me tomo a reto) mientras hacía un alto en alguna esquina oscura, sin estar perdidos pero sin saber (ni importarnos) donde chingados estábamos.
Me importaba que estaba contigo, que queríamos encontrar un lugar para abalanzarnos el uno sobre el otro y que yo ya parecía no caber en mis pantalones de tan hinchada que me ponías la verga con el efecto puro de tu mirada.

Esa mirada tuya provoca imágenes en mí, despiertas fantasías y deseos sin tocarme aún. Ese detalle tan femenino de ti simplemente me encanta.

Seguimos rondando, hurgando recovecos oscuros, calles vacías, conduciendo errantes mientras pasabas tus manos sobre mi pantalón y yo alternaba entre la palanca de cambios y el interior de tus bragas. No recuerdo exactamente dónde, pero bastó un cruce de miradas para estar de acuerdo; me desabotoné el pantalón, me saqué la verga y te fuiste sobre ella llenándola de besos, lamiéndola y acariciándome los huevos. Todo mientras tratabas de mantener baja la cabeza para que no nos viera la gente que venía en los coches del sentido opuesto, o los peatones que se acercaran mucho a los cristales del auto.

Con mi verga bien metida hasta tu garganta subías y bajabas, succionando duro, haciéndome sentir espasmos que recorrían mi cuerpo desde las bolas hasta el pecho y de ahí a todo lo demás.
Tomado de tu cabello y soltándolo sólo para cambiar de velocidad, aunque en realidad trataba de mantener la segunda y conducir despacio para disfrutar al máximo de la mamada de campeonato que me estabas dando. Siempre me han fascinado tus mamadas.

Con los huevos escurriendo de tu saliva sentía arder mi entrepierna. Parecía que mis manos demandaban el contacto de tu sexo. Yo quería hacerte gozar a ti, jugar con tu humedad y tu deseo. Por eso nos estacionamos en aquél lugar no tan oscuro que, sin embargo, sí parecía darnos oportunidad de prever el acercamiento de algún policía. Fuera de un par de personas en el edificio de enfrente y ese coche que llegó al final, nunca nos molestó nadie.

Nadie llegó mientras hacías hasta atrás el asiento del copiloto para recostarte, mientras abriste tus piernas y desabrochaste tu pantalón ni mientras metía mi mano dentro de él y te dedeaba lentamente al principio.
No hizo falta esperar mucho; ya estabas mojada y ahora empapabas no solo tus bragas, sino también mi mano. Yo a la vez, empapaba tus pezones con mi saliva. Me daba vuelo con tus pechos ahí, casi al aire libre, en la calle. Encima de ti con mis dientes aferrándose a tu pezón para oírte gemir, apretarlo hasta que tu quejido me hiciera saber que el placer te recorría. Recuerdo la suavidad de tu interior, recuerdo el calor que se siente al estar dentro de ti y me pongo a desearte con mi mano como una malísima y patética alternativa del placer que me da tu sexo, que me dan tus caderas cuando me montas o cuando te mueves, batiéndolas, debajo mío.

Recuerdo esa noche, recuerdo tus gritos y tus temblores, recuerdo tu sexo aprisionar mis dedos que no te daban tregua desde dentro, entrando y saliendo, subiendo y bajando, presionando tu vagina desde adentro de sus paredes.

Recuerdo también que al terminar saboreé tus jugos que escurrían en mis manos (sabes bien que me encanta beber y llenarme de ellos),  y recuerdo al fin las risas de haber gritado tanto dentro del auto.
Seguro alguien nos escuchó.

11.10.11

El día está como para

El día está como para encontrarte desnuda entre cojines y almohadones de satén. El día está como para llegar a casa empapado de sudor, del calor del infierno de asfalto. Como para que el verte vestida solo con tu maquillaje y colgando en medio de tus tetas, el collar de perlas que me dijiste que nunca te vería puesto. Como para que me arranque los botones de la camisa el deseo de tu mirada de tigresa en celo.

El día está como para que no uses nada más que tú piel y ese maquillaje egipcio que tampoco nunca te he visto, que alargue tus ojos y me mires soberbia. El día está como para que te pongas en cuatro y me mires sobre el hombro encabronada por tardarme tanto en penetrarte. El día está como para cogerte como si fuera el último día de mi vida. Después de todo podría serlo.

Podría ser el día en que mi sexo entre en el tuyo con un poco de brusquedad que te haga gemir, de esa brusquedad que te moja y me endurece. Podría ser el día en que tus gemidos den paso a los gritos y las maldiciones. Debería ser el día en que los huesos de mi cadera golpeen y castiguen ruidosamente a tus nalgas cuando cogemos como perros rabiosos, cuando te tomo de la cintura y hundo tu cara en el colchón, cuando te muerdo la nuca y te acaricio el culo, cuando te aprieto las tetas al meterte la verga hasta que la sientas en el corazón. Metértela hasta que sientas que ya no cabe, cogerte hasta que me escurran los huevos con tus jugos. El día está como para bombear tu coño hasta que me duela la verga. El día está como para vaciar mi leche caliente sobre tus nalgas y tu culo. El día está como para comerme toda tu vagina llena de espasmos por los orgasmos de segundos antes y sentir tus temblores en mi boca. Sí, el día está como para quedarnos tendidos lamiéndonos las heridas del sexo antes de volvernos a querer acabarnos el mundo a punta de cogidas.

Ya habrá otros días para hacer el amor, este día está como para cogernos como salvajes, desde la mañana hasta el amanecer.

3.10.11

El día que te hice como quise

No recuerdo la fecha, porque tú y yo nunca hablamos de fechas, solo hablamos de "¿te acuerdas...?" para el pasado, "me encantas así" para el presente por ejemplo, y los "me gustaría..." para el futuro.


Pues ahora ya no sé si este es un recuerdo o una fantasía. En realidad viene dando igual porque contigo los dos siempre van entremezclados.


Fue, o será, en uno de estos días calurosos del verano del desierto, días de salir corriendo del trabajo para cerrar tras de nosotros y tu habitación el mundo y abrir el nuestro en tu cama. Tu cama de sábanas frescas, tu pieza a la que rápidamente se le llena el piso de nuestra ropa. Nuestros cuerpos desnudos que abrazamos entre las sábanas.


Aún conservábamos la ropa interior para jugar un poco por encima de ella. Yo tomaba tu cara entre mis manos al besarte, para luego pasearme por tu espalda, por tus caderas y como siempre, aferrarme a tus nalgas después de acariciarlas. Te pido que te quites el sujetador, porque de seguro te molesta pero tu sabes bien que en realidad lo único que quiero es morderte las tetas mientras acaricio tu sexo por encima de la tela de las bragas que también quiero quitarte pero hasta que estén más húmedas, empapadas de tanto que muevo mis dedos entre tus piernas al lamerte el cuello donde te acabo de morder mientras agarras mi verga por dentro mis calzoncillos como si no la quisieras dejar ir jamás. Y te digo que es tuya, de base a punta, con todo y huevos, que es toda tuya, que son tuyos y soy tuyo mientras siento como me calientas y como te derrites porque mi mano ya la tengo dentro de tus panties y mis dedos ahora están mojados y ardiendo del subir y bajar por tu coño abierto y hambriento de verga. Juntas y separas las piernas, arqueas la espalda y estiras los brazos mientras ronroneas con los ojos cerrados al jalar mi pelo para poner mi cara contra tus pechos o tu cuello.


Yo saco mi mano de entre tus bragas sintiendo la humedad y los vellos recortaditos que tanto me gustan como coronan la línea entre tus labios como una linda alfombra de bienvenida a mi lugar preferido. Miro mis dedos y te miro a ti (que sigues aferrada a mi verga) y luego vuelo a ver a mis dedos para meterlos a mi boca y saborear tus jugos. Me encanta tu sabor, me incendia el pecho y me pone a latir el pito, hinchado y rojo que me pide que te arranque lo poquito que te queda de ropa pero cuando voy ya vienes y ya los tienes en los tobillos así que los termino de quitar de un jalón en lo que me pongo de rodillas entre tus piernas blandiendo mi pene entre tus piernas y tu haciendo tu parte separando tus labios para recibirme ansiosa. Con la punta, roja, hinchada, latiendo me abro camino dentro de ti resbalando entre tus paredes vaginales tan estrechas que siento mi piel jalarse hasta atrás. Me detengo con la mitad de mi verga dentro de ti para recordarte que te quiero; para verte tiernamente a tus ojos llenos de lujuria y acomodar mis piernas al momento que te tomo con la mano izquierda del cuello y con la derecha sostengo tu pierna izquierda. Piernas bien abiertas y bien arriba.


La saco apenas un par de centímetros para luego dejartela ir completa hasta el fondo. Gimes. Te muerdo. Me encajas las uñas en las nalgas y me esfuerzo por metertela más todavía, pero como no se puede la saco y la meto y así te cojo, yo resoplando encima tuyo y tu retorciendote debajo mío.  Así cogemos algunos minutos, en los que entre gritos y pieles chocando corre el sudor. Salgo de ti y me siento con la mano, la verga llena de tus jugos, que ahora con una mano froto en mis huevos mientras con la otra te froto el coño. Te volteo y te digo que me des las nalgas, que las levantes y las separes, que quiero verte, que eres hermosa de tu sexo y así  tú con tu cara hundida en las sábanas y el culo bien en alto sientes mi lengua diviertiendose con tu clítoris. Pero no duro mucho así, porque mi sexo me pide el tuyo, me pide tu calor y estar apretado dentro de ti.


Con un pie a cada lado tuyo te la meto por detrás en tu vagina húmeda. Un nuevo gemido, yo gimo y gruño, grito, maldigo y te bendigo mientras me aferro a tus blanquísimas nalgas. Tu me insultas para decirme que me quieres y que no quieres que te deje de dar, que te de más duro y te doy más duro, y te cojo y tu me aprietas, y te jalo de la cadera hacia mí y las bates y yo aúllo y siento los huevos hervir y me quiero dejar venir así, estrellandote los huevos en el clítoris y tomando tu cabello como rienda.


Cada vez siento más la fricción dentro de ti, ahora estoy incontrolable castigando tu coño con unas embestidas durísimas, una tras otra, sin parar tu solo me pides que no pare y yo no paro,  me pides que te coja así, así, así. Y así, así, así te doy, te doy duro y rápido y yo ya no puedo aguantar y tu gritas y yo grito y al venirme dentro de ti sientes mi calor inundándote, escurriendo dentro, mientras mis embestidas no se detienen. Ahora tienes mi semen pero yo estaba tan caliente, me tenías tan pinche caliente que sigo duro y te sigo dando, cansado eso sí, pero la sigues teniendo dentro y eso te encanta. Y yo siento el calor en los huevos escurrirme y ya no sé si soy yo, o eres tú o somos los dos pero también me encanta y te lo digo al oído "me encantas" para llenarte de besos. Jugamos a que te la muevo adentro o a que me la aprietas mientras estamos tirados, tumbados uno sobre otro, unidos todavía, sin querer la separación.


Tu cuarto que hace momento era puros gritos ahora es puras risas, puras risas de amantes. 

22.9.11

Cursilerías

Quiero regresar el tiempo.
A los momentos en que no me dolías.
En que sabía que no eras mío y nunca lo serías.

Quiero regresar el tiempo.
A cuando besarte era diversión y no necesidad.
A cuando eran ganas de verte; no ansiedad.

Quiero regresar el tiempo.
A cuando era mía nada más.
Hoy siento que soy tuya y que me voy cuando te vas.

Pero no puedo regresar el tiempo.
Y no puedo regresar a mí.
Y no puedo llevarte conmigo, pero sí a un pedazo de ti.
Me quedo con tus silencios, y tus miradas.
Con tus besos y tus sonrisas.
Con tus suspiros y algunos sueños.
Y el anhelo de vivirte como se vive un gran amor.

7.9.11

10 entradas.

Diez entradas nos duró el gusto.
Diez entradas y muchos besos.
Un chingo de abrazos.
Unos cuantos días de pasión.
Muchos escapes.
Comidas y ayunos.
Sándwiches mal hechos y sesiones en el colchón.

Será difícil olvidarte porque llevo tu recuerdo dentro.
Tus pensamientos en mi cabeza.
Tus besos los absorbieron mis labios.
Tus palabras se clavaron en mi corazón.
Y tu sexo en el mío, pues, ya tú sabes.

Te quedas con una parte de mí. Cuídala, si quieres.
Si no, pues, tírala, písala, es tuya, te la regalo para hacer con ella lo que quieres.

Encuéntrame, de vez en cuando, en ese lugar que es sólo tuyo y mío.
Búscame, quizá, en un futuro lejano. Para saber qué ha sido de nuestras vidas.
Quiéreme un poco más, lo suficiente, para que duela sólo un poco y las cenizas permanezcan vivas, por eso de que, pues, quién sabe, la vida.

Aún no te dejo y ya te extraño. Déjame tú, para poder ser la víctima y odiarte más de lo que te quiero.

No es cierto, no me dejes. Aférrate a mi recuerdo y bésame el pensamiento.

Hazme tuya en cuerpo y alma. Espera. Tuya ya soy.
Hazme mía entonces.

Goodbye, my lover.

22.8.11

Pensamientos deshilados.

Ya habíamos dicho antes que, en tantísimos aspectos, tú y yo nos ajustamos al otro como piezas de rompecabezas. Sí, ya sé que siempre lo digo así. Que hacerle si así nos imagino como un juego, como un puzzle, de palabras, de acciones y gestos, de silencios, de miradas, de tiempos y ausencias, de audacias y bluffs. Un juego de entenderse uno mismo para entender al otro, para entender lo que quiso decir el otro, o lo que quisiste que entendiera, ¿o lo estoy pensando de más otra vez? ¿Estoy hablando de más de nuevo querida? Es una lástima que no estés aquí para callarme, aquí para besar mis manos y rodearte con ellas, lejos de las letras, cerca de ti y de la fantasía que se nos va quebrando con los días.

Una fantasía que nos dio por bajar a tierra para ver como nos iba. Como sería que estuvieras en mis brazos, que mi piel se adhiriera a la tuya en la furia del abrazo, en la ternura del roce. Como se sentirían la punta de mis dedos contra la blancura de tus pechos. Como se sentiría añorarte, que sería darnos recuerdos, como sentirías tu cabello tirado por mi mano, como queriendo domarte (¡já! domarte, ves, yo puros imposibles). Mis dientes enterrados en tus hombros, en tu espalda y mis uñas clavadas en tus caderas. Tus caderas combatiendo mis embestidas, danzando dueñas de mí, exigiéndome movimientos, liberando placer en círculos.

Ahora sabemos como se siente el placer del otro, como se ve la víspera de la petit mort cuando acecha tensando tu cuerpo, tensando el mío a dos pasos de la cima de placer. Ahora sabes bien cuando me llegará el éxtasis de tus toques, y ahora sé bien cuando tus gemidos anuncian tus gritos. Ahora sabemos un poco mejor que es estar dentro del otro, ahora sabemos tan solo un poco mejor como se ven nuestros cuerpos unidos.

Aún hay tantas fantasías, todavía siento que son nuestros recuerdos tan solo un puñado de los que pueden ser.

Mi boca en la tuya, tu cara en mi cuello, mi abrazo en el tuyo, tus palabras en mi mente, mi terquedad en tus negativas, tu lengua en mi oído, mis mordidas en tus labios, mis labios entre tus dientes, nuestras lenguas lascivas y nuestros cuerpos en el fuego del otro. Llenos de deseo de pertenecernos, aunque sea por instantes. Los sudores que derramo en ti, la humedad que dejas en mí, los sabores que se van mezclando y que logran la firma de nuestra química.

La química de nuestras miradas, nuestra insistencia en aparecer distantes entre los demás. Nuestros patéticos intentos de disimulo, nuestro desprecio por el tiempo, por el espacio, por la realidad, por lo que está más allá de la ventana de tu habitación. Por lo conocido, nuestras risas burlonas sobre lo aceptado, nuestra aceptación de la transgresión. Nuestras mentes que se rozan y se tocan, que se sujetan y se invaden, imitando a nuestras manos.

Mi cuerpo, que en este momento, está sin el tuyo. Que en este momento se siente arder, pero arder lento, sin ti, sin su catalizador, sin mi deseo entre mis manos.